IC. XC. +
Reverendo Padre en Cristo:
Agradezcamos a la misericordia de Dios por no tratarme
según mis méritos, ya que me aflige sólo parcialmente, aunque no lo sienta por
mi falta de sensibilidad, como me decía nuestra Doña Francisca mientras
cabalgábamos.
Digo esto, porque hubiera sido para mí motivo de gran
consuelo si hubiese encontrado aquí alguna carta suya. Pero fácilmente puedo
pensar que no me habéis escrito, bien sea por vuestra enfermedad o por otro
motivo comprensible.
Confórmese, Rvdo. Padre, con la voluntad de Dios. Por mi
parte, yo me conformo a ella totalmente, venga lo que venga y cueste lo que
cueste.
En el
asunto con el Sr. Jerónimo ha sucedido algo que el portador de la presente,
Benedicto Romano, le contará de viva voz. No se lo menciono aquí por ser muy
complicado hacerlo por escrito, ya que debería poner muchas citas. El Sr.
Romano se lo expondrá oralmente. A decir verdad, querido Padre, yo quisiera que
usted lo resolviese de la mejor manera. Si sobre esto u otro asunto
estimara conveniente darme una
indicación por escrito, lo dejo a su
elección.
Si nuestra ilustre
Condesa (Torelli) y doña Francisca no me escriben, las disculpo, ya sé que
están muy ocupadas; por el mismo motivo, que ellas me disculpen. Recomiéndeme a
sus oraciones.
El portador de la presente me ha
manifestado alguna opinión suya y dice que le conoce. Se lo encomiendo mucho, porque me parece un
hombre bueno, sencillo, de corazón recto y con el santo temor de Dios (Job
11,3). Todo lo hará él, y en nada le
defraudará, porque lo encuentro obediente y uno de los que son llamados
(palabra ilegible en el manuscrito: ¿hombres de confianza?) con hechos y
palabras. Usted lo conocerá mejor de cuanto yo le pueda decir. Por amor a Dios
sea cariñoso con él.
Mis asuntos andan algo lentos, y mi
negligencia los retrasa todavía más. Sin embargo, seguiré adelante.
Mi madre se encomienda a la señora
condesa y a doña Francisca, y sobre
todo a usted. Y así mismo se encomiendan el P. Fray Bono y el hijo de
Francisco.
En fin, querido Padre, no me abandone,
sea mi intercesor ante Dios, para que
él me libre de mis imperfecciones, pusilanimidades y soberbia.
Cremona, 31 de mayo de 1530.
P.D.- “La victoria sobre sí mismo” será
mejor que yo la escriba con los hechos más que con la pluma.
Su Hijo en Cristo,
ANTONIO MARIA ZACCARIA
sacerdote