"BARNABITAS ESPAÑA"


CARTA PRIMERA

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(31 de mayo de 1530)

Advertencia:

El epistolario de San Antonio María Zaccaria comienza con una breve carta a su consejero espiritual, el dominico Fray Bautista Carioni de Crema (1460-1534). Es la única carta que el joven sacerdote escribe a su director espiritual. Con toda probabilidad siguió sus consejos para hacerse sacerdote.

FlorCon él madura el ardor para la reforma de las costumbres, y la decisión estratégica de trasladarse a Milán, donde la atmósfera renovadora florecía con  mayor vigor.

En Milán existían Cenáculos de Espiritualidad, como el de la “Divina Sabiduría” al lado de las Agustinas de Santa María y el de “Santa Corona” junto a la Iglesia del Santo Sepulcro.

A pesar de la lejanía física, Antonio María tiene en Fray Bautista un intercesor junto a Dios. Disculpa la escasez de sus escritos, achacándolo a la edad y a los momentos difíciles que está atravesando.

Le agradece la ayuda preciosa en las opciones vitales, y le exhorta a conformarse con la voluntad de Dios, “cueste lo que cueste”. Sabe que siempre tendrá en el un compañero en el camino hacia Dios. Los dos, maestro y discípulo, en la escuela del Apóstol Pablo, han aprendido la lección de la mutua edificación.

Nos gusta destacar el toque, exquisitamente paulino, de acusarse a sí mismo para disculpar al otro, o de reprocharse las mismas faltas que quiere corregir en el destinatario.

En el texto original, el sello lacrado color verde con el lirio de los Zaccaria dice que fue escrito cuando el Santo se hallaba todavía en su casa de Cremona.

 

Destinatario:

 

            Al Rvdo. Padre Fray Bautista de Crema, de la Orden de los Predicadores de Santo Domingo, mi siempre venerado Padre en Cristo.

En Milán.

IC. XC. +

 

            Reverendo Padre en Cristo:

 

            Agradezcamos a la misericordia de Dios por no tratarme según mis méritos, ya que me aflige sólo parcialmente, aunque no lo sienta por mi falta de sensibilidad, como me decía nuestra Doña Francisca mientras cabalgábamos.

           

            Digo esto, porque hubiera sido para mí motivo de gran consuelo si hubiese encontrado aquí alguna carta suya. Pero fácilmente puedo pensar que no me habéis escrito, bien sea por vuestra enfermedad o por otro motivo comprensible.

 

            Confórmese, Rvdo. Padre, con la voluntad de Dios. Por mi parte, yo me conformo a ella totalmente, venga lo que venga y cueste lo que cueste.

 

            En el asunto con el Sr. Jerónimo ha sucedido algo que el portador de la presente, Benedicto Romano, le contará de viva voz. No se lo menciono aquí por ser muy complicado hacerlo por escrito, ya que debería poner muchas citas. El Sr. Romano se lo expondrá oralmente. A decir verdad, querido Padre, yo quisiera que usted lo resolviese de la mejor manera. Si sobre esto u otro asunto estimara  conveniente darme una indicación por escrito,  lo dejo a su elección.

 

            Si nuestra ilustre Condesa (Torelli) y doña Francisca no me escriben, las disculpo, ya sé que están muy ocupadas; por el mismo motivo, que ellas me disculpen. Recomiéndeme a sus oraciones.

 

            El portador de la presente me ha manifestado alguna opinión suya y dice que le conoce. Se lo encomiendo mucho, porque me parece un hombre bueno, sencillo, de corazón recto y con el santo temor de Dios (Job 11,3).  Todo lo hará él, y en nada le defraudará, porque lo encuentro obediente y uno de los que son llamados (palabra ilegible en el manuscrito: ¿hombres de confianza?) con hechos y palabras. Usted lo conocerá mejor de cuanto yo le pueda decir. Por amor a Dios sea cariñoso con él.

                                                                                              

                Mis asuntos andan algo lentos, y mi negligencia los retrasa todavía más. Sin embargo, seguiré adelante.

 

Mi madre se encomienda a la señora condesa y a doña Francisca, y sobre  todo a usted. Y así mismo se encomiendan el P. Fray Bono y el hijo de Francisco.

 

En fin, querido Padre, no me abandone, sea mi  intercesor ante Dios, para que él me libre de mis imperfecciones, pusilanimidades y soberbia.

 

            Cremona, 31 de mayo de 1530.

 

            P.D.-            “La victoria sobre sí mismo” será mejor que  yo la escriba con los hechos más que con la pluma.

 

            Su Hijo en Cristo,

                                               

   ANTONIO MARIA ZACCARIA

 

  sacerdote



























                   
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